Esta expresión condujo a los filósofos antiguos a cuestionar cómo se originó la vida y el Universo.
El dilema procura elevarse a cuestiones metafísicas, con un planteamiento metafórico. La flor de la vida guarda un secreto mediante el cual uno puede descubrir el patrón más importante y sagrado del Universo. La semilla de la vida está formada por siete círculos que configuran un patrón de círculos y lentes. Después de la creación de la semilla de la vida el mismo movimiento continuó y creó la siguiente estructura conocida como el huevo de la vida. El símbolo del huevo se asemeja a la forma de un embrión multicelular en las primeras horas de la fecundación.
Otra figura sagrada es la secuencia de Fibonacci. Esto da lugar a la creencia de que impactantes conceptos geométricos se relacionan con el último creador. Por ello, a través de los huevos individuales intento crear bien un universo de embriones, de la rueda del tiempo, bien simplemente recrear universos a partir de la individualidad para que cada persona lo interprete a su manera. Estos universos me permiten crear un mayor campo de profundidad en la obra y más dinamismo en la composición.